El Antihéroe

El mundo se ríe, y esos panqueques se sienten heridos. Pobres, ¿no? Desde lo más profundo de la moral se sienten tocados, y dan clases de buena conducta atrás de sus micrófonos. Clases para las másas apáticas, que los siguen como ganado, que les dicen lo que quieren escuchar y escuchan lo que quieren que escuchen en un proceso recíproco, legendario e indecifrable. Hoy son todos dueños de la irreprochable verdad y más aún, de la educación.

Se creen que el traje con el que los visten y su lenguage de pseudoletrados los envuelve de verosimilitud y los autoriza a proceder sin limitaciones. No está mal, cada uno es dueño de su palabra. De todas maneras ellos son un factor más de la invasión sistematizada- que cohesiona palabras, imágenes y sentidos- que estructura el pensamiento general para que todos tomen como propio lo ajeno, lo que luego no sabrán donde guardar.

El heroe de la película es ese príncipe rubio de ojos claros que conquista a las damas y vence a sus enemigos, aquél que colobara con los sistemas estandarizados que nos dicen y nos imponen maneras de actuar y de pensar. Maradona es nuestro antiheroe, y sólo deberíamos sentir orgullo hacia él, pero claro, de esta forma pasaría a ser un héroe común y corriente, un colaboraciosta del simplismo con el que se calma a las masas amedrentadas.

Del mismo modo que desafió al Norte de Italia y insultó al mismísimo Papa, Maradona seguirá siendo ese "subversivo" que enfrentará siempre lo establecido. Ese que consagra al equipo más pobre y olvidado, que le hace un gol con la mano a los reyes de la moral e inventores de los reglamentos, que atenta contra su propia salud, que puede ser marxista y menemista al mismo tiempo. Ese que es enaltesido y enterrado de la noche a la mañana. Desde que tiene 15 años.
Aquél que será héroe y villano al mismo tiempo, pero que no es ninguno de los dos, es un antihéroe.

Argentina juega mal al fútbol. Pero el problema es estructural. Es inentendible que siendo tres veces campeón del mundo juvenil en un decenio de siglo no pueda armar un equipo que, al menos, golee a los más pobres. Hay problemas de organización, una falta de proyecto.

Ante el inevitable fracaso de Basile, se recurrió a él. Se sabía que su mente es desequilibrada y contradictoria a la hora de ser evaluado por los parámetros institucionalmente lógicos, pero se apelaba a lo simbólico y emotivo como última carta. Acá está. Es esto. Hubiera sido mejor verlo como DT en otro contexto, pero no, no sería Maradona.

Personalmente creo que el impacto psicológico es fundamental en el fútbol, mucho más que lo táctico. Y aunque es mucho más influyente cuando se encuadra dentro de un proyecto que hoy no tenemos, hoy es la última carta. Esa unión de grupo que se da al haber encontrado el enemigo, es nuestra última esperanza, y en la cual creo profundamente, pero con mucho margen para la equivocación.

Lo único que se puede asegurar es que, como siempre, muchos desearán su fracaso, o sino deberán ir corriendo a chupársela, como siempre.