lunes, 23 de abril de 2012

Informes desde la Clandestindad: Los Fedayines Palestinos


La situación Israelí-Palestina es compleja y para nada puede resumirse a este pequeño informe, que es apenas un pequeño recorte de la 'realidad'. Sin embargo, es menesteroso conocer como era la situación de cierta parte del pueblo Palestino, en los 70'. A continuación, una leve descripción de los campos de refugiados y unos personajes de la historia: Los Fedayines




Informe para Cosas Que Pasan, domingos 23 hs por Simphony FM 91.3 (www.fm913.com.ar)

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viernes, 18 de noviembre de 2011

El sexo como dispositivo de control

     “Cape d´Adge se te trata de una estación balnearia clásica, más bien educada con la salvedad que los placeres del sexo ocupan un lugar importante y admitido.  Las dunas de la playa de Marseillan no deben considerarse como el lugar de una exacerbación irracional de las fantasías, sino, al contrario, como un dispositivo que reequilibra los juegos sexuales, el soporte geográfico de una tentativa de retorno a la normalidad, principalmente sobre la base de un principio de “buena voluntad”;(Michel Houellebecq; Las partículas elementales, Barcelona, Anagrama, 2003)


Michel Houllebecq asegura que Cape d´Adge está lejos de la exacerbación irracional de las fantasías. Creemos que está aclaración es una tautología. El autor parece explicarlo para marcar una diferencia con un lugar donde encontremos la lujuria sin fronteras, pero ¿acaso esto existe?, ¿queda algo por fuera de Cape d´Adge? No sé porqué, pero sospechamos que el autor en realidad ya conocía la respuesta.

Michael Foucault describió el doble funcionamiento en las sociedades de control, que actúan disciplinando los cuerpos de forma individual, mediante la anatomopolítica, pero además reconoce la biopolítica, que a diferencia de la disciplina, “… actúa por medio de mecanismos globales, para obtener estados totales de equilibrio, de regularidad”[1]. Nuestra voluntad y sentido de la normalidad están totalmente afectados por este control sobre la vida, a punto tal que las más profundas pasiones han sido alcanzadas. El sexo, quizá pensado como el último refugio de la libertad, no sólo que es un lugar más de la sociedad de control, sino que es además, uno de sus dispositivos fundamentales. El sexo cruza los dos ejes, “Por un lado depende de las disciplinas del cuerpo: adiestramiento, intensificación y distribución de las fuerzas, ajuste y economía de las energías. Por el otro, participa de la regulación de las poblaciones, por todos los efectos globales que induce”[2]. El sexo es la llave de acceso a la vida del cuerpo y de la especie, es el principio de las regulaciones y los estándares de normalidad. Aparece como una promesa de libertad, pero no es más (ni menos) que un dispositivo. La expansión de su práctica como mero placer conlleva la utilización de píldoras y preservativos, lo que nos devela que mientras más lo practiquemos, más inmersos en los dispositivos de control nos encontramos. Cape d´Adge es el estado habitual del sexo, no una excepción.

Norbert Elias nos asegura que hay un plan que deriva en un orden concreto que es más fuerte que la voluntad y razón de los individuos aislados que componen la sociedad, y se lleva a cabo mediante la coacción y la autocoacción. De este modo se establecen los parámetros de normalidad, dominando nuestras emociones más espontaneas, a sabiendas de que conocemos y especulamos las posibles consecuencias. “Desde su primera infancia se acostumbra al individuo a observar esa contención y previsión sistemáticas que precisará para su función de adulto (…) una autovigilancia automática de los instintos en el sentido de los esquemas y modelos aceptables para cada sociedad”. Bruno, uno de los personajes de Las partículas elementales, en quien podemos ver la influencia de la modelación llevada a cabo en su infancia y adolescencia, asegura que “nunca ha habido comunismo sexual”[3]. Para comprender a qué se refiere, antes, Houllebecq nos cuenta que con la legalización de los anticonceptivos se llevó a cabo la liberación sexual, universalizando una herramienta que antes sólo alcanzaban los ricos (El propio Elias nos había anticipado que el proceso de modelización de la sociedad se lleva a cabo primero en las clases más altas, y tarda más en las inferiores). De este modo, Houllebecq nota que “la pareja y la familia eran el último islote del comunismo primitivo en el seno de la sociedad liberal. La liberación sexual provocó la destrucción de esas comunidades intermediarias, las últimas que separaban al individuo del mercado[4]. Lejos de la revolución, el sexo fue el dispositivo clave para este pasaje, para profundizar e universalizar valores individualistas totalmente funcionales a la sociedad hegemónica. Además, Elias explica que en la antigüedad el peligro constante al que se exponía el hombre lo hacía oscilar entre sufrimientos y placeres extremos. Ahora, la vida encierra muchos menos peligros, pero también proporciona menos alegrías. Así lo ve Bruno, quien asegura que “las pasiones emocionales se embotan, hay pocos rencores y pocas alegrías; uno se preocupa sobre todo por el funcionamiento de sus órganos, por su precario equilibrio[5]

El cuerpo se ha individualizado cada vez más, habiéndose tapado los orificios, cerrándose en sí mismo. Por eso la importancia de la mirada, que es la que establece la distancia con el otro. Una mirada relacionada con la especulación, que lleva a reprimir los instintos. “La posibilidad de vivir, empieza en la mirada del otro[6] asegura Houllebecq, lo que plasma en su personaje Bruno, quien se constituye mirando. Lo mismo sucede en Cap d’Ange, donde los mirones están tácitamente permitidos David Le Breton se va acercar hacia esta idea, argumentando que “El cuerpo funciona como un límite fronterizo[7]. El autor advierte sobre el avance individualista que esto provoca, favoreciendo a la atomización de los sujetos, donde el cuerpo es el refugio. Un sujeto que reemplazó la búsqueda de la convivencia por la de la intimidad. El cuerpo se transforma en un objeto, que se intenta moldear a gusto, un gusto que se rige por los parámetros de juventud y belleza. “La acentuada individualización que conocemos actualmente no es, de ninguna manera, signo de la liberación del sujeto[8]. Los ’60 remiten directamente a los ideales libertarios, principalmente ligados a lo sexual. Solemos rescatar el aquél romanticismo, sin notar que desde entonces han proliferado las industrias del cuerpo con el mero objetivo de ampliar la juventud y la belleza, los valores necesarios para tener acceso a la plena libertad sexual. “En Cap d’Agde,como en cualquier otra parte, una mujer con un cuerpo joven y armonioso o un hombre seductor y viril se ven rodeados de proposiciones halagadoras. Y en Cap d’Agde, como en todas partes, un individuo obeso, viejo o poco agraciado está condenado a la masturbación”[9], analizó Bruno. El Estado Benefactor intenta equiparar a los pobres con los ricos, sin solucionar realmente el problema. Del mismo modo funciona la industria del cuerpo, lo que nos hace verosímil la idea del plan “Tetas Para Todos”. La obsesión por la imagen es la que rige y atraviesa el dispositivo sexual y, por lo tanto, toda la sociedad.


En la novela de Houllebecq, Bruno dirá que “Michel no es hombre”. Se refiere a su medio hermano. Desde la narración, el contraste con Bruno coloca a Michel por fuera del dispositivo sexual. Escapando al eje central de la sociedad de control, Michel parece superar el humanismo, algo que propone Peter Sloterdijk, “No se puede encontrar ya nada material en el sentido de la vieja ontología de la materia. Se encuentra más bien la forma pura de la información informada e informante: los genes no son más que órdenes para la síntesis de moléculas proteicas[10], asevera el autor intentando comprender al hombre como pasaje de información, lejos de la dicotomía del ser y el no ser, algo que considera fundamental para adecuarse a los nuevos tiempos, donde según Paula Sibilia, se ha desplazado el foco desde el sexo hacia los genes. Superar el humanismo y entrar en la etapa de la información, para Sloterdijk,  llevará a un estado donde “… la esclavización de materia y personas pierde toda verosimilitud[11], eliminando los amos, y por lo tanto su poder de control sobre el resto, fundando la homeotecnología, una nueva etapa donde la tecnología es responsable y posee una operatividad no dominante. Como parece hacer Michel, la superación del humanismo promete el escape a los controles desarrollados hojas atrás, logra encontrar un lugar por fuera de Cape d´Adge. Sin embargo nos quedan dudas de si estamos capacitados para dejar el humanismo de lado y nos resuena la voz de Héctor Schmucler y sus advertencias sobre la biotecnología, la cual realiza “esfuerzos por moldear el cuerpo humano, para orientarlo a fines determinados[12]. El propio Houllebecq parece advertirnos del peligro, cuando comenta que “Todo habría ido mucho más deprisa sin el nazismo. La idolología nazi contribuyó en gran medida a desacreditar las ideas de eugenismo y perfeccionamiento de la raza, hicieron falta años para recuperarlas”



[1] Foucault, Michael, “Del poder de la soberanía al poder sobre la vida. Clase del 17 de marzo de 1976 en Genealogía del racismo. La Plata, Altamira, 1996, pág. 199
[2] Foucault, Michael, “Derecho de muerte y poder sobre la vida”, en Historia de la sexualidad. Vol. 1. Siglo XXI Editores, México, 1977, pág. 176
[3] Michel Houellebecq; Las partículas elementales, Barcelona, Anagrama, 2003, pág. 138
[4] Idem, pág. 116
[5] Idem, pág. 191
[6] Michel Houellebecq; Las partículas elementales, Barcelona, Anagrama, 2003, pág. 177
[7] Le Breton, David, Antropología del cuerpo y modernidad; Ediciones Nueva Visión, Bs.As. pág. 153
[8] Idem, pág. 164
[9] Michel Houellebecq; Las partículas elementales, Barcelona, Anagrama, 2003
[10] Sloterdijk, Peter. “El hombre operable”, en revista Artefacto. Pensamientos sobre la técnica nº 4. Buenos Aires, Octubre de 2011, pág. 23
[11] Idem, pág. 26
[12] Schmucler, Héctor. “La industria de lo humano”, en revista Artefacto, pág. 11

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