domingo, 7 de septiembre de 2008

Etnografía


La noche de los chicos de Country

Etnografía: La noche de los chicos de Country

Eran las once de la noche del sábado. Yo ya conocía el lugar, por eso no me fue difícil encontrarlo. Pero uno siempre tiene dudas sobre todo y necesita permanentes verificaciones. La importante cantidad de autos en el frente de la pizzería, era el indicador que precisaba para constatar que no estaba en espacio y tiempo equivocados. Al entrar al local me encontré con lo que buscaba: un grupo de veinte jóvenes (número apenas mayor que la cantidad de carros) alrededor de una hilera de cinco mesas. Algunos me saludaron pero otros miraron con dudas. Las que despejé cuando reverencié a uno de ellos en especial, a “Cacury”, quien dentro de una hora estaría cumpliendo diecinueve años, y estaba dando la razón para que, estos jóvenes que merodeaban los veinte abriles, se junten a cenar. Ellos eran, ni más ni menos, sus más cercanos amigos. Un importante número pertenecía al Country Olivos Golf; lugar de residencia del homenajeado. El resto lo completaban los del Country Village Tenis & Golf. La presencia de compañeros del Colegio St. Catherine Moorlands en ambos bandos, explicaba la relación.

Era muy visible que ya se había comido. Y bien. Porciones de pizza, empanadas y fondos de gaseosa o cerveza; indicaban que hambre ya no había más. Pero pude notar otro tipo de sobras en la mesa. Mezclados con los vasos y platos aparecían billeteras, llaves y celulares, de los que se sentían más cómodos con los bolsillos vacíos, al menos por un rato. La localidad de Pilar se caracteriza por tener distancias largas y centros urbanos muy separados, donde pocos colectivos pueden llevarte a destino. Las llaves eran la muestra de que prácticamente cada uno había llegado en su auto, herramienta mínima indispensable para salir de noche. ¿Había dicho celulares?, realicé una equívoca generalización. Eran “nexteles”. Aparatos que habilitan el particular modo de comunicación por radio. Como el clásico “cambio y fuera” de las películas bélicas. Al tenerlo todos, aparece la posibilidad de consultar cualquier ridiculez en cualquier momento, superando al celular normal y transformando en un rasgo ineludible del ambiente el particular sonido que emiten.

En las diferentes tribus urbanas se pueden encontrar un patrón excluyente que tiene que ver con el pelo. Deber ser que no me encontraba en una tribu. Muy lejos estaban éstos chicos bilingües de ser indios. Esa puede ser una de las razones por las cuales no se podía identificar un peinado particular, pero solo una. Había despeinados, despeinados “apropósito”, flequillos, colitas, rapados, largos e incluso algunas binchas, pañuelos, gorras y gorros. Siendo el gel y los claritos dos claras prohibiciones, tampoco se podían observar cortes punk o peinados identificados con las denominadas “tribus urbanas”. A pesar de haber una gama variada, lejos estaban de lo extravagante y esto sigue algún sentido. La prolijidad suele ser una exigencia dentro se sus familias, y ¿Quién no cambiaría un corte de pelo por un auto? Además, los colegios ingleses de la zona tienen estrictas exigencias con el pelo. Por más de que estos chicos ya lo terminaron, la influencia sigue latente. De todas formas el caso de cualquier peinado o extraña variante es aceptado y existe una razón. Mientras se esté bien vestido; cualquier pelo puede pasar a tener “estilo”. Si uno se viste correctamente el peinado se acopla. De esta forma trataba de categorizar el “bien vestir”, hasta que uno de los chicos se paró para sacarse el buzo. Al colgarlo en la silla expresó:

-Recién traída de New York-

Comentario que no tuvo mucha trascendencia en la mesa, pero a mi me sirvió para darme cuenta que todos los chicos vestían ropa correspondiente a las marcas más costosas y conocidas. Eran iguales a los maniquíes que uno puede ver en una vidriera de cualquier mega shopping. Usted dirá que no difiere de la del resto de la sociedad consumidora. Pero las marcas trasnacionales traen de afuera, y ellos son a los que primero les llega. Después pasa a los demás. Apenas llegado el producto, solo pocos pueden pagarlo o incluso a veces le ahorran el trasporte a la trasnacional y son ellos directamente que las compran en locales de Europa o Estados Unidos. No solo están adelantados, sino que hasta sus gorras, muñequeras, e asimismo la ropa que usan para hacer deporte o estar en casa; son de primera línea. Cuando un chico de clase media espera ocasiones especiales para comprar la ropa que mas le gusta y poder usarla en las salidas nocturnas, estos adolescentes ricos solo tienen en sus vestidores este tipo de prendas. No esperan ocasiones especiales para adquirirlas.

-¿Vistes en San Isidro, en frente de Pepino? Ahí hay un lugar bárbaro, están esas zapatillas Lacoste de cuero con velcro. Es un hecho esta semana voy con la tarjeta y “clink”… adentro. Después seguro mi vieja me pega una patada en el c... y me saca de mis ahorros-

Comentaba uno de los chicos. Demostrando que no les hace falta esperar la navidad para darse un gusto. Y aunque con la última frase quiere demostrar que no puede excederse con el uso de su tarjeta, está claro que por un calzado de 300 pesos ni le van a pegar ni lo obligarán a retribuirlo.

Las charlas seguían, pero más centradas en el fútbol y demás anécdotas. Hasta que todas las conversaciones se detuvieron cuando el agasajado interrumpió.

-Ya está-

Comunicó ante la mirada de todos. Había recibido la señal que la siguiente fase del festejo ya estaba habilitada. Era hora de partir y esto dio lugar a un, para decirlo de alguna manera, problema: la cuenta. “Que yo comí una porción, que yo no tomé cerveza”, clásicas discusiones que se solucionaron luego de un:

-Veinte cada uno que paso la tarjeta.- Sentenció el homenajeado, aunque dando paso al verdadero inconveniente: “No tengo cambio”, se escuchaba reiteradamente. No eran pocos los que solo tenían un billete de cien. Cuando todo se subsanó, cada uno se subió a su auto para avanzar en los festejos.

La parte más importante de la noche llegaba. Algo que distingue a estos adolescentes. Se puede comparar con un simple “juntarse a tomar algo”. Pero éste fenómeno esconde y concentra los lujos y excesos que caracterizan a los chicos de los countrys, y se denomina “preboliche”, o “prebo y “pre” como derivados. Nació como la fase anterior a al boliche, pero creció y tomó vida propia. Cualquiera puede ir a un boliche si puede pagar la entrada y cuenta con la edad requerida. Aun así, no cualquiera tiene el privilegio de participar en un buen preboliche. Se ponen en juego todas las características, ya nombradas, que estos chicos tienen a mano (auto, nextel, casa). Pero aún así no alcanza. Ellos están siempre dispuestos, pero muchas veces, sin desestimarlo, pasan una noche solo con amigos. Ellas buscan el mejor, y los analizan y clasifican. Una de las chicas me manifestó su inconcordancia con la mentalidad de sus amigas, quienes solo se preocupaban por tener un buen “pre” con un grupo de chicos, para el cual tardaban horas en producirse. Es por esto que ellos deben poner todo en juego para que exista la posibilidad de ser elegidos. Los adolescentes saben que es el lugar ideal para “levantar” la persona indicada. En el boliche se buscan relaciones fugaces, en el preboliche a alguien ideal para una relación. La única arma válida es el “chamuyo”, sin reglas claras, pero suele ser útil nombrar Countrys, facultades y colegios. En este ambiente tan exclusivo es fácil encontrar personas y experiencias en común que extiendan la comunicación. Una herramienta complementaria son los juegos de “preboliche”. Juegos de ingenio, habilidad manual, con números, cartas o dados. Donde se penaliza con medidas de tragos a los perdedores y que rotan constantemente. Son claves para iniciar una conversación, mostrar el sentido del humor y los chicos le atribuyen un tercer uso: “Si la chica te hace tomar a vos, es por que te tiene ganas”. Juran haberlo probado con éxito en varias ocasiones. No es fácil el triunfo inmediato, pero los chicos cultivarán los frutos que podrán recoger en el boliche o en otro “prebo”. Ya pusieron todo lo que había que poner en juego. Dependerá de su personalidad.

Los jóvenes se dirigieron al Country Olivos Golf. Ahí “Cacury”, junto a una amiga del country que cumplía el mismo día, extendería el festejo. En lo de ella. Casa enorme, con un jardín acorde, que era difícil de distinguir. Los reglamentos internos del Country prohíben los alambrados, mezclando los distintos jardines. Es por eso que en una confusa maniobra entramos por detrás. Cuando se acabó el césped, pasando por la piscina, llegamos a la galería techada, la cual limitaba con un amplio cuarto, con puertas de vidrio corredizas como frontera. Del lado de adentro; las amigas de ella. Un grupo similar en número. Del lado de afuera; la vedette de la noche: una barra atendida por dos muchachos, especialmente contratados, que los cumpleañeros ofrecían. Había variados licores y bebidas espirituosas, gaseosas, frutas y licuadoras. Todo para satisfacer el más extravagante paladar; casi paradójico cuando su único fin era emborrachar hasta perder el mismo sentido del gusto.

Anecdótico fue el protocolar canto de feliz cumpleaños para los homenajeados, quienes se conformaban con la ratificación de su poder de convocatoria. Luego los grupos se comportaron de forma heterogénea. La música variaba entre reggaeton, marcha, y temas en ingles; música que suena en boliches, televisión y radio. Y salía de dos grandes parlantes conectados a un IPOD que alguien se había encargado de actualizar con la música adecuada. Con este contexto marchaban los primeros tragos. De a poco, comenzó la homogenización. Pequeños lugares que iban dejando las chicas eran ocupados por los hombres, comenzando charlas y juegos que ayudaban a la socializar. El grupo ya se había homogenizado y se charlaba con contenidos superficiales o profundos, pero siempre con la única intención de mantener la comunicación, y con la fiel ayuda del alcohol y su poder desinhibidor. Las voces eran cada vez más elevadas y muy pocos duraban quietos más de dos minutos. Reinaba el desorden. Las chicas fueron las primeras en bailar, claras muestras de que están preparadas para el boliche. La cumpleañera sabe que es hora de partir. No dudo que en una casa vacía muchos elegirían quedarse, pero por más de que sea amplia, el ruido seguro llegaba a donde sea que el resto de la familia se encontrara. La partida hacia el boliche comienza. Los autos se reducen, no todos se animan a manejar con tanto alcohol encima, pero son suficientes para que todos lleguen a destino. El preboliche terminó y cada uno tendrá su aventura particular en lo que resta de la noche.



1 comentarios:

john dijo...

muy buena la nota, estás hecho todo un escritor!

lo único que no coincido es con el final, manejando con tanto alcohol encima no siempre todos llegan a destino... hay que empezar a tomar consciencia, no es joda...

abrazo!

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