viernes, 6 de agosto de 2010

El Manco de Teodelina; las dicotomías entre el amateurismo y el profesionalismo

Aquí la columna sobre curiosidades de la historia que presento ocasionalmente en el programa de radio Cosas Que Pasan, que va los sábados a las 23hs por Radio Simphony 91.3 o en internet por www.fm913.com.ar. Tanto en formato escrito como en audio. El audio contiene el plus de improvisación y humor que caracteriza al programa (Imperdible!)



Hoy voy a introducir una de las prácticas más atractivas dentro de la cultura: el deporte. Porque sí, aunque le cueste a muchos intelectuales, el deporte es parte de la misma, y la historia del deporte, es justamente parte de la historia propiamente dicha. En muchos casos, dicha actividad es muy útil para comprender distintos comportamientos sociales.

Me voy a remitir a los escritos del periodista Ezequiel Fernández Moores, en su último libro “Breve Historia del deporte argentino”, del cual paso el chivo, ya que tuve la posibilidad de ayudar en su confección.

Entre muchos temas que recorre el documento citado, haremos foco en uno en particular, como suele hacer esta sección. Muchos hablamos del “espíritu amateur”. Hablamos de aquellos tiempos en los que se jugaba por la camiseta. Incluso elogiamos a los deportes que aún conservan ese espíritu.

Sabemos lo magnífico que es jugar simplemente por jugar, por divertirse, o incluso simplemente por ganar. ¿Ganar qué? Nada. El orgullo, el honor, o simplemente nada. No voy a cuestionar esos valores (por lo menos hoy), pero sí cómo fueron utilizados.



La influencia inglesa en este país, se puede reflejar en los deportes. Fútbol, Tenis, Rugby; son algunos de los ejemplos. La dependencia económica se traducía a una dependencia cultural. Desde las élites, se impusieron los deportes británicos. Dichas actividades se practicaban bajo la nómina de ciertos valores: la caballerosidad y la hidalguía. “Gentlemen”, “Sportman” “Fair Play” eran palabras que resumían la forma en la que se debía practicar. Para mantener estos valores, el deporte debía ser amateur, basado en el espíritu de juego.

En Buenos Aires, el fútbol era cosa de elegantes.

César Torres cuenta en el prólogo:

“Fines siglo 19 y principios del 20 el deporte era resistido por círculos políticos, culturales y sociales dominantes. Pero las clases dominantes fueron buscando la forma de controlarlo, especialmente institucionalizando. Fue apropiado y controlado, para dar forma a una identidad nacional que reflejara sus valores (amateurismo, sportman, gentlemen, fair play), pero las clases subalternas lo adoptaron e integraron a sus propios hábitos para forjar un deporte con ideario diferenciado. Así surgían niveles de pertenencia más cercanos e íntimos.”

De este modo, una forma de control fue el amteurismo: ya que de este modo se mantienen a las clases bajas fuera del deporte. Queda como que el que juega por la camiseta y la pasión, pero en realidad es una clara muestra de control. Los que tenían que trabajar todo el día, no tenían tiempo para practicarlo. Hay que destacar que los JJ.OO recién llegando al fin del siglo pasado comenzó a aceptarse profesionales. También hay que recordar como la autodenominada Revolución Argentina, prohibió a todos los deportistas que habían sido exitosos durante el Gobierno de Perón, acusándolos de profesionales.

Esta defensa del amateurismo, es la que nos privó de conocer a un deportista del que haremos eco. Un distinto de la historia de nuestro deporte que no es reconocido por los libros. Oscar Messina, conocido como “El Manco de Teodelina”. Personaje que vivió entre 1930 y el 2005. Apodado Manco porque de chico se quebró el brazo y le quedó una malformación. Pero poco tenía de Manco. Cuentan que fue el mejor jugador de Pelota jamás visto (explicar que es Pelota). Aburrido de su Teodelina, su pueblo en Santa Fe (el mismo de Bounanotte), ya de chico salió a recorrer distintos pueblos del interior.

Al principio, buscando trabajos, y perfeccionándose en el frontón en sus ratos libres. Sus condiciones, empezaron a rendirle fruto, ya que empezaba a juntar plata apostando. Los valores del deporte amateur, el fair play y los “gentleman” no habían llegado al interior. Donde se jugaba por plata. Siempre. Plata que después se derrochaba en asados y noches interminables de alcohol. Viajaba por los pueblos buscando rivales, cuando se quedaba sin plata, se hacía amigo de los bolicheros para que lo hospeden.

El astuto Messina, elegía pueblos alejados, donde no lo conocían. Esto le permitía mejores ganancias.

“Alguien juega a la pelota mano a mano” decía cuando llegaba a algún frontón. Le ganaba por poco, para que el otro se quede con sed de revancha. En el segundo redoblaba la apuesta. Le empezaba jugando con derecha, y la apuesta crecía más. Ahí se pasaba a la izquierda, que era un infierno. Incluso llegó a jugar sólo contra tres.

Una vez, en las afueras de 9 de Julio, llegó como un modesto vendedor de paletas, pelotas y remeras deportivas; y dio pruebas de ser un modesto jugador diestro, de recursos muy limitados. Ganó algunos partidos, pero al otro día dio revancha con zurda y los apabulló. En todos los pueblos se miraba de reojo a los forasteros, se usaba cualquier clase de truco para engañarlos y encontrar rival.

A fines de los 50, derrotó junto a un compañero, a los argentinos que acababan de ganar el Campeonato Mundial en Francia. Antes del partido se había tomado 8 medidas de whisky.
Gimnasia y Esgrima de La Plata lo inscribió alguna vez, pero lo suspendieron porque se negaba a sacarse el sombrero para jugar.

En otra ocasión, la Federación de Pelota Paleta lo invitó a una preselección para ir al Mundial. A pesar de que le ganó a todos, no lo eligieron. “veo que esto está reservado para acomodados”, sentenció. Su último intento fue cuando integró el equipo de la provincia de Buenos Aires en un Campeonato Argentino. Tras ganar un partido, le sacaron los puntos por no estar inscripto adecuadamente. Fue inmediatamente al recinto de los delegados con su Colt Caballito calibre 32 y disparó al techo. Lo suspendieron por 99 años. “Me preocupa, más que jugar campeonatos oficiales, el hecho de que me hayan confundido con un elefante. Qué significado tiene suspenderme tantos años”, respondió.

No tenía dudas que debía volver a lo suyo. Pueblo, boliche y frontón. Enamorado del oro, los perfumes y la milonga, nunca jugó por “nada”, siempre por dinero. “Al pedo yo no juego”, decía. Una clase de deporte que nunca salió en la tele.

2 comentarios:

Esteban dL dijo...

2 cositas Mosquera, 2 cositas como decia un ex dt que tuve en mi club: quiero conseguir el libro donde colaboraste. Segundo, ya sabés mi pensamiento y como lo dije en un post de Newman en mi blog el año pasado. Si se puede dejar la gilada expansionista de que "la guita todo lo puede en el deporte" sería mejor para todos.
saludos

Cosas que Pasan! dijo...

Muy bueno Mosque, como siempre!!!

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