martes, 13 de octubre de 2009

Hércules, el guerrero de la mitología, el fiel soldado de D10S.


La historia nos eligió como testigos de un personaje sin precedentes. Atónitos, algunos nos dejamos llevar por la euforia, otros nos miramos los unos a los otros casi sin comprender lo que sucede. Aquél que suele despertar admiración o sorpresa en los ajenos, pero alegría y euforia en sólo un porcentaje del país, hoy rompió las fronteras de la franja dorada para extenderlas a los bastones albicelestes y descontrolar una nación entera que incuba esperanza.

Muy pocos imaginaban algo más que un trámite. Un rival que despierta oscuros recuerdos para el fair play, un partido que parecía ser un simple homenaje para el retiro de René Ortubé, el árbitro de nacido en Bolivia, y para Ñol Solano y Chorri Palacios. Estaba todo dado para que Argentina juege y gane con tranquilidad.

El comienzo del partido confirmaba los presagios. Di María hacía la diferencia por la izquierda, ya que lograba asociarse con Emiliano Insúa, que mostró no tener la voluntad de Heinze, pero sí bastante más juego, algo importante para el lateral izquierdo de un equipo que busque ser ofensivo. Otras buenas inclusiones fueron las de Pablo Aimar y Gonzalo Higuaín. El Payaso pidió y buscó la pelota todo el primer tiempo, le faltó precisión para terminar las jugadas, pero es clave tener jugadores que busquen con constancia involucrarse en el juego. El Pipita tuvo dos chances que no pudo concretar, pero pareció entenderse con sus compañeros y protagonizó buenos piques y desmarques. Messi, hoy más intermitente que de costumbre, es siempre fundamental y desequilibrante. Salvo un susto que terminó resolviendo con mucha velocidad el arquero Sergio Romero, Argentina parecía bien engranada y solo bastaba un poco de tiempo para ver llegar el ansiado grito.

Con la lógica impaciecia por el gol, Maradona decidió que Martín Palermo arranque el segundo tiempo. A pocos minutos del comienzo, Aimar encontró esa precisión que le había faltado y habilitó a un Higuaín que volvió a picar en forma acertada y definió cruzado. La inclusión de Palermo parecía generar más espacios en el frente de ataque, dejando un panorama alentador para el resto del partido.

La lluvia se desató, e incrementaba su intensidad al mismo ritmo que el equipo local su incertidumbre. Sólo ellos sabrán si fue el clima que atentaba su juego, si fue su, una vez más, displicencia, o si fue el miedo que provocó la situación al ver que Perú hizo dos pases seguidos. Pero inesperadamente Perú empezó a desequilibrar bajo la bandera que llevaba Juan Vargas, y Maradona debió colocar un defensor más para frenar al zurdo de la Fiore. Es que ahí se jugaba, en la última línea argentina. Aunque el ritmo peruano se dilató, los locales nunca se recuperaron y sobre la hora el estadio enmudeció. Tras un error conceptual del capitán y una serie de jugadas dentro del área, uno de apellido indecifrable cabeceó bajo el agua para volver a apuñalar el corazón de Maradona. 1 a 1.

El Diego demuestra con claridad que poco tiene de entrenador. Se lo escucha sólo decir "Dale Dale" como a aquél profesor de gimnasia, de bigote y joggineta, de la secundaria. Le hecha la culpa a la lluvia o la altura y asegura que "sólo nos patearon una vez al arco". Festeja los goles de maneras muy alejadas a las dogmáticas. Sin embargo, a los que lo pedíamos, nos sigue emocionando. Muchos creemos que este tipo de milagros sólo pueden pasar con él en el banco. Sabemos que jugando así no podemos llegar muy lejos. De todas maneras, esa habilidad de gambetear a la muerte parece haberse transmitido. Por eso eligió un buen socio, uno de su palo, uno distinto al resto de los mortales. Un hombre que nunca dejará de sorprender, sin precentes.

Dos leyendas nos dejaron en la puerta del Mundial. Pero nadie come de mitos. Esperemos que esto sea el envión anímico para terminar de dar vuelta esta historia, y hacer historia.

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