lunes, 18 de julio de 2011

Las luces de la ciudad de Buenos Aires


Mauricio Macri arrasó en las elecciones para Jefe de Gobierno porteño e irá a una segunda vuelta el próximo 31 de julio con Daniel Filmus

Como en el 2007 Mauricio Macri, candidato del PRO, y Daniel Filmus, del Frente para la Victoria (FpV), irán al ballotage, tras lograr el 47 y el 28 por ciento respectivamente. La ventaja de Macri es casi irremontable y su rival deberá acaparar el 85 por ciento de aquellos que no votaron a ninguno de los dos para revertir la diferencia. Todo hace parecer que el 31 de julio el actual Jefe de Gobierno porteño será reelecto por 4 años más.

Más allá de las posibilidades reales de cambio de su rival, de las virtudes o defectos del FpV, la disyuntiva ronda en Macri y lo que significa, las cuestiones más esenciales de la existencia misma de un partido como el PRO y las razones de sus votos, pero más que nada, la interpretación de estos según una particular decodificación que hoy es la dominante.

Lo público pierde ante lo privado, las luces del iluminismo del siglo XVIII representaban el saber ante las sombras de lo oculto, y surguían de ese lugar nuevo que era la ciudad. Donde el individuo dejaba de ser esclavo del rey y la iglesia que le ocultaban todo, para ser, para existir por sí mismo. Pero a esas luces del conocimiento hoy se le imponen las luces de la iluminación artificial, los colores, los globos llenos de un aire. Que son eso. Aire. El conocimiento y pensamiento crítico fueron vencidos por el sentido comúm, los lugares comunes, el pensamiento haragán y simplista que poco se plantea y mucho repite. No es que los votantes del PRO den asco como dijo Fito Páez, para nada. Aunque coincido con su texto, discrepo en dos cuestiones fundamentales. Primero no creo que Filmus y el kirchnerismo sean una opción completamente alternativa y que salvarán el saber basándose en el texto de Kant, pero ese es otro debate. Por otro lado, mi diferencia principal con el intérprete es que él descarga sobre los votantes. Por mi parte, no veo tanto poder en el electorado para cambiar la situación y muchos menos para elegir, y mucho menos para distinguir el bien y el mal. No creo en el poder del individuo en estas condiciones, las condiciones de este siglo. A todos nos dan asco muchas cosas, como a los del PRO también y así lo manifiestan asiduamente. Es inevitable sentir asco, como el que se siente por los moralistas que juzgan y determinan los modos de manifesatar las emociones. Pero creo que deberíamos hacer hincapié en el poder que Páez le otorga, y casi todos lo hacemos, a la libre elección del voto. Yo no creo que tal cosa exista en su plenitud.


El hombre no tiene poder por sí solo, por lo tanto el resultado de una elección no creo que pueda recaer sobre singularidades. Por eso no nos deberían dar asco, no es algo analizable. Más allá de las decisiones y formas de ver la sociedad, detrás de eso puede haber grandes o pásimas personas. La mayoría seguro conoce excelentes individuos que votan al pro u otras detestables que lo hacen hacia un movimiento de izquierda. No determina una cosa a la otra necesariamente. No debe haber una teoría social sobre la ideología más fuerte que la de Karl Marx, el que la tenga que la ponga sobre la mesa. Es cierto que las grandes ideologías han caído una vez aparecido el posmodernismo, pero no sólo por la fragmentación, también han caído derrotadas, especialmente, ante una. Han caído todas, menos una. La reinante y hegemónica. No vivimos en la nada, en el aire de los globos de colores. Es decir vivimos en ellos, pero ellos son una gran ideología, una de las más fuertes que haya habido quizás. En ella hay grandes indicaciones, conclusiones unánimes sobre formas de vivir que sacamos y mantenemos día a día. Lugares comunes y representaciones que se nos imponen a todos, que conquistaron el sentido común para que cueste pensar de otra manera. Ahí se encuentran los valores que según Páez se impusieron en la ciudad: el egoísimo, el pensar con el bolsillo, pensar poco, pensar para uno y nadie más. Pero no es algo nuevo de la ciudad de Buenos Aires. Son valores escenciales de las lógicas últimas del capitalismo, hoy más que nunca reproducidos por la potencia de los medios de comunicación, que nacieron dentro de ésta lógica y le juraron fidelidad.

Más allá de las buenas o malas intenciones de cada ciudadano, ninguno tiene un pensamiento completamente libre, ni lo tendrá nunca. Todos están atravesados por estas lógicas en mayor o menor medida. Por eso se habla de inseguridad hasta el cansancio. Porque importa nuestra seguridad, la de nuestras cosas, nuestro bolsillo, ya que hay gente peligrosa e indeseada. Nadie se pregunta porque esa gente se transformó en indeseada, alcanza con recurrir a lo más lógico, a lo más fácil y haragán: ponerlos debajo de la alfombra, a la fuerza. ¿Y por qué no pensamos las causas del problema? Porque la lógica no lo permite, prefiere pensar poco. De lo contrario podrían avivarse muchos de que hay un sistema injusto. Por eso gana una fuerza que deterioró la educación pública. Y es fácil decir que toman las escuelas porque son vagos. Es fácil decir que piden planes sociales porque son vagos. Porque es difícil pensar por fuera de esos esquemas, y lo difícil no está de moda, no es PRO.

La ciudad fue el germen del saber, de la literatura y la cultura. Esa ciudad mágica que idealiza Woody Allen en su último film "Medianoche en París" donde abunda la magia, los escritores afloran y los pintores sueñan; hoy busca parecerse más a un shoping, a eso que Gil Pender, interpretado por Owen Wilson, intenta escapar. Una ciudad que cierra espacios públicos, como la educación, como los centros culturales y de contención, una ciudad individualista que poco le importa, porque promueve no pensarlo, lo que pasa con los demás, con el otro, con los otros.


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